Nunca se irán porque son ejemplo de luz y esperanza


Hernando Vanegas, NotiColombia Press

A Fabiola Lalinde

Nuestros muertos nunca abandonan su espacio vital alrededor de nosotros. Ellos están ahí, todos los días, bregando, luchando, navegando en los millones de interconexiones neuronales. Quizá por ello dicen que la muerte es el olvido. O la nada.



Olvido que es imposible cuando en cada acción diaria, en cada momento, se produce una evocación de los seres que hemos amado y/o admirado. Pensamos y decimos, cómo lo hubieran hecho mi padre, madre, hermanos, hermanas, amigos, camaradas? Una sonrisa se esboza y nuevas fuerzas brotan de donde no hay.

A ellos nos debemos. Nuestra lucha continúa en memoria de los que se han ido antes y como realización de nuestra conciencia revolucionaria. Qué hermosa conjunción cuando nuestra lucha se enlaza con nuestros muertos y va brotando la vida porque por la vida luchamos, queremos, amamos.

El 30 de enro recordaba a Joselito, mi hermano asesinado por los narco-paramilitares de Santa Marta. Antier recordaba a Jesús María Ovalle. Hoy a Raúl Reyes. Más adelante en fecha inolvidable a Manuel Marulanda. A Crisitian Pérez, mi hermano, lo recuerdo en cada una de sus canciones, y es como si estuviera vivo. A José de La Paz Vanegas Mejía, mi otro hermano asesinado por una extorsion dirigida. A Jaime Pardo Leal cada vez que hablo de la Asociación de Estocolmo lo veo hablando con su verbo encendido. A Jaramillo Ossa, a ”Pepín” Antequera, a Leonardo Posada, a Luis Fernando Lalinde, a Marco Sánchez Castellón, a..., a..., a miles.

Cada día hay uno, dos, tres, x muertos más que recordar. Cada día seguimos sumando, sumando, sumando más y más muertos en una operación de nunca acabar.

Cuándo podremos parar ésta locura del Terrorismo de Estado de la Doctrina de Seguridad Nacional... Cuándo se cansarán de matar. Cuándo se horrorizarán de tanta sangre derramada. Cuándo se condolerán de los miles de niños huérfanos... solos... tristes...

Será necesario que la guerra llegue a aplicar la ley del talión... Será necesario llegar a los límites insospechados de la inhumanidad... Será necesario volver a la animalidad para recomenzar nuestro transito...

Los muertos de mi pueblo rondan en mi cabeza y me acompañan... No, no estoy loco. Quisiera poder fraccionar mi mente y tener un rincón del olvido total. Nunca he podido hacerlo. Todos los muertos del mundo resuenan en mí y encuentran un compañero. O quizá son ellos los que me acompañan, no sé.

Cuando estuve en brazos de la muerte no sentí nada, absolutamente nada. Luego, de pronto, volví a la vida y miraba extrañado que la muerte me hubiera permitido vivir. O quizá no fue la muerte, sino los miles de muertos que me empujaron hacia la vida, a terminar la tarea. O por lo menos continuarla un tiempo más.

Hay veces que estoy terribemente cansado. Cansado de vivir. Mas mis muertos, que son todos, me empujan, me sacuden, me energizan y me dicen, sigue, sigue, sigue... Y yo sigo... y sigo... y sigo... La lucha por mi pueblo es mi alimento energizante. Y mis muertos son el ejemplo de luz y esperanza que nunca se irán de entre nosotros. Son ellos mi luz para caminar en el túnel en que nos han encerrado a los colombianos. El faro que nos alumbra nuestros pasos para encontrar la salida. Allá a los lejos se ve la paz. La ansiada Paz. Hacia allá caminamos... Cuando la alcancemos, todo será esplendor.

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